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Francisco dio inicio a lo que podría ser un giro histórico sobre un tabú de la Iglesia Católica

Francisco dio inicio a lo que podría ser un giro histórico sobre un tabú de la Iglesia Católica: la posibilidad de que las mujeres den sermones en misas y oficien bautismos, casamientos y funerales. Una comisión analizará la cuestión.

En lo que podría significar un giro histórico a la posición de la Iglesia, el papa Francisco instruyó una comisión para estudiar la posibilidad de permitir a las mujeres ser diaconisas, que se reunirá por primera vez el mes próximo. En la jerarquía católica, ser diácono habilita a pronunciar sermones durante la misa y oficiar bautismos, casamientos y funerales. En mayo, el Papa había adelantado esta decisión en un encuentro de religiosas, durante el cual manifestó que esto puede ser “una posibilidad para hoy”. De todos modos, sostuvo que no creía que las mujeres puedan ser sacerdotes, un grado superior en la jerarquía de la Iglesia. Entre las 700.000 religiosas y las laicas (fieles que no forman parte del clero), las mujeres son mayoría entre las personas que trabajan de forma cotidiana en las parroquias, pero siempre permanecen subordinadas a un miembro masculino del clero.

Según afirmó el director de la Sala de Prensa del Vaticano Gregory Burke, la Comisión será presidida por el actual secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo de Tibica Luis Francisco Ladaria Ferrer y tendrá otros 12 miembros, incluidas seis mujeres y tres jesuitas. “Es una comisión muy buena, muy equilibrada, con perfiles diversos, mujeres muy preparadas y de inclinaciones diferentes, tanto progresistas como conservadoras’’, aseguró la historiadora Lucetta Scaraffia. Sin adelantarse sobre la posibilidad de que el trabajo del órgano desemboque en la apertura del diaconato a las mujeres en la Iglesia, consideró que la creación de la comisión, de forma tan rápida, era en sí “una buena señal, alentadora’’.

En la jerarquía católica, los diáconos son el primer peldaño: pueden pronunciar sermones durante la misa y oficiar bautismos, casamientos y funerales, aunque no están autorizados a celebrar la eucaristía o a confesar a los fieles, como los sacerdotes. Si bien Juan Pablo II había clausurado en los hechos la posibilidad del diaconado femenino en 1994 con su carta apostólica “Ordinatio Sacerdotalis” –al sostener que Jesús eligió a 12 apóstoles hombres como servidores–, en dos oportunidades, Francisco dejó abierta esa puerta.

Hace tres meses, junto a mujeres religiosas, el Papa sostuvo que las mujeres podrían aspirar a ser diaconisas y recordó que en la antigüedad eran ellas quienes ayudaban a bautizar a las mujeres cuando la práctica del bautismo, en los primeros siglos, implicaba sumergirse en el agua con el cuerpo desnudo. Al mismo tiempo reafirmó que no creía que las mujeres puedan ser sacerdotes, algo rechazado categóricamente por algunos de sus predecesores.

Luego, en su viaje de retorno de Armenia a fines de junio insistió en que existían mujeres que ayudaban al obispo en el bautismo y en la unción prebautismal de las mujeres y añadió que “cuando la mujer iba al obispo porque el marido le pegaba, el obispo llamaba a una de estas diaconisas, la cual veía el cuerpo de la mujer para hallar los indicios que probaran estas acusaciones”. “La mujer piensa de otro modo que nosotros los hombres –dijo en esa oportunidad– y no se puede tomar una decisión buena y justa sin escuchar a las mujeres”.

Las declaraciones de Francisco sobre el tema crearon una viva discusión en el seno de la Iglesia, donde el acceso de las mujeres a ciertas responsabilidades sigue siendo un tema tabú. Los defensores de la medida argumentan que las mujeres están subrepresentadas dentro de la Iglesia y que no existe ningún obstáculo teológico para que vuelvan a ejercer una función que ya tuvieron en los orígenes del cristianismo. “Creo que habrá un debate feroz. Sobre este tema, la Iglesia está dividida’’, advirtió el cardenal Walter Kasper, teólogo alemán cercano al Papa.

La discusión sobre el diaconado femenino se inició durante el Sínodo de Obispos de 2015 y fue el arzobispo canadiense Paul-André Durocher quien planteó que “el Sínodo debería reflexionar seriamente sobre la posibilidad de permitir el diaconado femenino, porque abriría el camino a mayores oportunidades para las mujeres en la vida de la Iglesia”.

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