Policiales

Un ataque que sacudió a Solano: el testimonio que pone en la mira a un prófugo acusado de violencia extrema

Mónica todavía no encuentra palabras del todo exactas para explicar lo que vivió su familia en San Francisco Solano. Su hija, Kiara Maqueira, y su nieta de apenas meses sobrevivieron de milagro a un ataque brutal que, según ella, “pudo haber terminado en una tragedia irreparable”. El principal sospechoso es Agustín Ramos, de 25 años, pareja de Kiara y padre de la beba, hoy prófugo.

Todo pasó un jueves por la noche, después de una cena tranquila. Mónica estaba durmiendo cuando escuchó ruidos en la habitación contigua. Al principio pensó en su nieta, que venía de varios días con fiebre. Pero cuando abrió la puerta, se encontró con una escena que, según dice, todavía la persigue.

“Lo vi arriba de mi hija, con una mano ahorcándola y con la otra clavándole el cuchillo”, contó en diálogo con Telenoche. Hablaba pausado, como si todavía necesitara ordenarlo antes de decirlo. “Y la nena estaba llena de sangre… no pensé nada, me tiré encima de él”.

Ese movimiento desesperado pareció descolocar al agresor. Ramos soltó a Kiara, pero antes le dio un golpe tan fuerte que le fracturó el pómulo en tres partes. Ella misma lo explicó con crudeza: “Tengo que operarme, ponerme una prótesis… pero creo que ese golpe me salvó la vida”.

La beba también fue herida

La violencia no se detuvo ahí. La nena terminó con cortes profundos en el rostro: un tajo de siete puntos de un lado y dos del otro. Mónica no recuerda otro episodio tan feroz, aunque admite que sí había discusiones previas en la pareja. Nada de esta magnitud.

Según reconstruyó Kiara, no hubo pelea previa ni tensión visible. Estaban mirando una película. Diez minutos después, todo cambió: “Se le tiró encima, la ahorcó, le pegó en la cara… y después agarró el cuchillo”, relató Mónica, quebrada.

Denuncias que se multiplican y un prófugo que preocupa

Tras hacerse público el caso, otras jóvenes se comunicaron con Kiara para contar que también habían vivido episodios de violencia con Ramos. Esa información encendió aún más las alarmas de la familia, que exige su detención.

Para Mónica, el riesgo es claro: “Es un femicida en potencia. No quiero que mi hija ni mi nieta vivan con miedo. Esto no puede quedar impune”.

Mientras tanto, la Justicia lo busca intensamente. La familia, entre curaciones, trámites médicos y noches sin dormir, intenta procesar lo que pasó. Lo cierto es que esta investigación podría abrir preguntas más amplias sobre cómo se detectan —o no— señales de violencia previa, y sobre la urgencia de actuar cuando aparecen los primeros indicios.

La investigación sigue en marcha y las heridas, físicas y emocionales, tardarán en sanar. Lo que está claro es que el caso volvió a poner sobre la mesa un tema que incomoda pero que es necesario mirar de frente: la violencia que se ejerce puertas adentro y que, muchas veces, estalla sin aviso.

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