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Primera horneada de cerámica en Colonia Juliá y Echarren: arte y aprendizaje

Este sábado se llevó a cabo la primera horneada del Taller de Cerámica en la Delegación Municipal de Colonia Juliá y Echarren. La iniciativa, impulsada por el programa CapacitArte del Gobierno de Río Negro junto al Municipio de Río Colorado, reúne a unas 30 mujeres de distintas edades que transforman la arcilla en arte y conexión social.

Después de varias clases de moldear, secar y preparar las piezas, las alumnas del taller de cerámica vivieron el momento más esperado: la primera horneada.
“Hasta el martes no se podrán ver los resultados”, explicó la profesora Roxana Poblete, quien conduce el espacio. No se trata solo de una clase: es un encuentro donde el arte se mezcla con la convivencia, las risas y el aprendizaje.

Las participantes —amas de casa, trabajadoras, madres y jóvenes— encuentran en cada encuentro una forma de expresión y también un refugio emocional. “Algunas vienen con sus hijos, y la labor no solo tiene beneficios motrices, sino también artísticos y de socialización en grupo. Es un modo de terapia, como dicen ellas”, cuenta Roxana.

Durante las clases, comparten charlas, meriendas y hasta utensilios caseros para trabajar la arcilla.

Los talleres se dictan cada martes de 15:30 a 18:30 en la Delegación Municipal de la Colonia. Allí, las alumnas aprenden diversas técnicas de modelado y horneado, y dan forma a piezas tanto decorativas como de uso cotidiano, desde esculturas pequeñas hasta utensilios de cocina. La horneada es un proceso que requiere paciencia y precisión. Pero detrás de cada pieza hay una historia: la de mujeres que apuestan al arte como herramienta de crecimiento personal y colectivo.

El Taller de Cerámica forma parte del programa provincial CapacitArte, una propuesta que ofrece capacitación gratuita en oficios, cultura y deporte en toda la provincia a través del Instituto Provincial de la Administración Pública (IPAP).

Lo que comenzó como una propuesta formativa se convirtió, con el paso de las semanas, en un espacio de pertenencia. Entre charlas, mate y arcilla, las alumnas del curso encontraron algo más que una técnica: una forma de expresarse y sentirse parte de un proyecto común. Y aunque las piezas aún están dentro del horno, lo cierto es que el verdadero resultado ya se puede ver —en las miradas, en las manos manchadas de barro y en el orgullo de saber que el arte también construye una ciudad.

 

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