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La fiesta del Señor y la Virgen del Milagro: un terremoto de fe que mueve multitudes en Salta

Cada 15 de septiembre, Salta se convierte en el epicentro de una de las manifestaciones religiosas más imponentes de la Argentina. Cientos de miles de fieles llegan desde distintos rincones del país para honrar al Señor y la Virgen del Milagro, una tradición que se remonta a 1692 y que, según la fe popular, salvó a la ciudad de ser destruida por un terremoto.

El origen de esta devoción se ubica hace más de tres siglos. En 1692, un violento terremoto que había devastado la ciudad de Esteco avanzaba hacia Salta. Fue entonces cuando, según la crónica, un sacerdote llamado José Carrión escuchó una voz celestial que pedía sacar en procesión dos imágenes: un Cristo y una Virgen recientemente entronizada. La procesión recorrió las calles y, de manera milagrosa, los temblores cesaron. Desde entonces, el pueblo salteño selló un pacto de fe con esas imágenes, que se revalidó en los terremotos de 1844, 1948 y 2010.

Una peregrinación única en el mundo

Hoy, más de 300 años después, la tradición sigue viva y se expande con fuerza. Peregrinos de toda la provincia y de regiones vecinas como Tucumán, Catamarca y Jujuy recorren cientos de kilómetros para llegar a la Catedral salteña. Algunos grupos, como los que parten de Santa Victoria Oeste, caminan más de 540 kilómetros durante dos semanas, enfrentando temperaturas de hasta 16 grados bajo cero, lluvias intensas, ríos crecidos y montañas de 5.000 metros de altura.

El sacrificio es la ofrenda. Familias enteras, ancianos, jóvenes y niños avanzan rezando y cantando, transformando los caminos en un verdadero templo a cielo abierto. A su paso, despiertan solidaridad y emoción: vecinos que ofrecen comida, abrigo y un aliento para seguir adelante.

La organización detrás de la fe

El esfuerzo de los peregrinos no sería posible sin una sólida red de apoyo. Postas sanitarias, voluntarios y profesionales de la salud se encargan de atender a quienes llegan con los pies llagados o los músculos agotados. Sin embargo, como suele repetirse entre los caminantes, la verdadera fuerza nace de adentro: la fe que los impulsa a avanzar más allá del dolor.

No es raro verlos, tras días de sacrificio, saltar y cantar con energía renovada al entrar a la ciudad. Es la espiritualidad convertida en celebración.

El momento culminante: la procesión del Milagro

El 14 de septiembre, la plaza frente a la Catedral se desborda de peregrinos. Muchos llegan a pie, otros en bicicleta o a caballo. Cansados pero emocionados, entran al templo entre lágrimas y sonrisas, agradeciendo y pidiendo salud, trabajo y paz.

Al día siguiente, el 15 de septiembre, se realiza la procesión central. Las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, embellecidas con coronas de miles de claveles rojos y blancos, son llevadas en andas por las calles de la ciudad. El repique de las cinco campanas de la Catedral —tocadas por campaneros que heredan esta tarea de generación en generación— anuncia el inicio de una ceremonia que puede reunir hasta un millón de personas.

La jornada culmina de noche, cuando las imágenes regresan al templo bajo una lluvia de flores y un mar de campanas jubilosas. Para muchos, ese instante es una confirmación: cada año, Salta vuelve a vivir un verdadero terremoto de fe.

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