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¿Viajás a la Patagonia? Esto es lo que no podés llevar —y por qué importa tanto

Con las fiestas y las vacaciones a la vuelta de la esquina, miles de personas se preparan para viajar a la Patagonia. Pero no todo puede meterse en la valija: el SENASA refuerza los controles en rutas y aeropuertos para evitar que ingresen frutas, carnes o productos caseros que podrían poner en riesgo el estatus sanitario único de la región. ¿Por qué? Porque detrás de esas restricciones hay una cadena productiva entera que depende de mantenerla “libre” de plagas y enfermedades.

La Patagonia no es solo paisaje. Es una de las pocas zonas del mundo reconocida como libre de mosca de los frutos y, además, como zona libre de fiebre aftosa sin vacunación. Estos sellos no son meros títulos honoríficos: son puertas abiertas a mercados internacionales exigentes, como la Unión Europea o Japón, donde los estándares sanitarios son tan altos que un solo error puede cerrar exportaciones por años.

“Es como si tuvieras una casa blindada —explica un técnico del SENASA en Bariloche—. Si alguien entra con algo contaminado, por descuido o desconocimiento, se rompe toda esa protección. Y no es solo un problema local: afecta a todo el país.”

¿Qué sí y qué no podés llevar?

La lista de lo prohibido no es caprichosa. Está diseñada en torno a dos amenazas reales: la mosca de los frutos y la fiebre aftosa.

Del lado vegetal, están vetadas frutas y hortalizas que sirven como “hospederas” de la mosca: manzanas, peras, duraznos, cítricos, pimientos, higos… incluso la palta, salvo la variedad Hass. ¿Por qué? Porque una sola larva escondida en una fruta puede desencadenar una plaga que tarde años en erradicarse.

Del lado animal, la advertencia es igual de clara: no se permite carne fresca con hueso, menudencias, salazones caseras, embutidos sin etiquetar ni productos de caza. Tampoco carnes de animales susceptibles a la fiebre aftosa, como bovinos, cerdos, ovinos, caprinos o ciervos. Sí se permiten cortes sin hueso, embutidos industriales envasados al vacío y alimentos secos (arroz, fideos, yerba, azúcar), siempre que sean para consumo personal.

“Lo entiendo: uno quiere llevar su chorizo casero o un kilo de naranjas para el desayuno —dice una inspectora en el control de El Bolsón—. Pero no es capricho. Es prevención. Y la gente, cuando entiende el porqué, suele colaborar.”

¿Por qué tanto control ahora?

El pico de turismo en diciembre y enero multiplica los riesgos. Más autos, más equipajes, más posibilidades de que algo prohibido entre sin querer. Por eso el SENASA intensifica sus operativos en los principales accesos: desde el aeropuerto de El Calafate hasta los controles viales en Neuquén o Santa Cruz.

“Como si fuera poco, muchas veces la gente compra alimentos en ruta —en ferias, en casas de campo— sin saber que están prohibidos”, señala un inspector en Comodoro Rivadavia.

¿Y si tengo dudas?

Antes de meter algo en la mochila o el baúl, lo más seguro es consultar. El SENASA tiene una sección específica en su web llamada “Información para el viajero”, donde se detalla qué se puede y qué no. También podés escribir a responde@senasa.gob.ar o mandar un mensaje al WhatsApp oficial: +54 11 3585-9810.

No es burocracia: es cuidado. Porque lo que para vos es un kilo de duraznos, para la Patagonia puede ser una amenaza silenciosa.

Mantener la Patagonia como zona sanitariamente protegida no es solo un logro técnico: es una apuesta colectiva. Los productores locales, los exportadores, los trabajadores rurales y hasta quienes viven del turismo dependen, en mayor o menor medida, de que esas barreras sanitarias se respeten.

Así que la próxima vez que armes la valija para ir al sur, tomate un minuto. Revisá lo que llevás. Porque proteger la Patagonia empieza con un gesto tan simple como no meter en la bolsa lo que no debés.

 

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