Salud

Un informe de la OMS revela que una de cada seis personas con meningitis bacteriana fallece, mientras que una de cada cinco sobrevive con secuelas permanentes1

En el Día Mundial de la Meningitis, especialistas advierten sobre la baja cobertura de vacunación en bebés y adolescentes y recuerdan que la prevención puede salvar vidas y evitar secuelas graves.

Cada 5 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Meningitis, una fecha que invita a reflexionar sobre el impacto de una enfermedad que, aunque poco frecuente, puede cambiar la vida de una persona y su entorno en cuestión de horas. La meningitis bacteriana continúa siendo una de las formas más graves: de acuerdo con un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis personas que la contrae muere y una de cada cinco sobrevive con secuelas permanentes, entre ellas sordera, convulsiones, problemas neurológicos y hasta amputaciones1.

“La meningitis suele manifestarse de forma intempestiva y el mayor problema es que sus síntomas pueden confundirse con cuadros más leves. Cuando la consulta médica se retrasa, el pronóstico se vuelve mucho más complejo”, explica Fernando Burgos (MN 81.759), jefe de la sección ambulatoria de pediatría del Hospital Austral.

La meningitis puede ser de origen viral, bacteriano, fúngico o parasitario, y cada tipo afecta a las personas de manera diferente. La forma viral suele ser la más frecuente y, en general, menos grave, mientras que las fúngicas y parasitarias aparecen sobre todo en personas con defensas comprometidas. La meningitis bacteriana, en cambio, es la que representa la mayor amenaza, porque progresa rápidamente y puede dejar secuelas irreversibles o incluso causar la muerte si no se trata a tiempo. Dentro de este grupo, el meningococo (Neisseria meningitidis) es uno de los principales agentes y responsable de la mayoría de los brotes epidémicos1.

Los síntomas habituales incluyen fiebre alta repentina, dolor de cabeza intenso, rigidez de cuello, vómitos y somnolencia1. En los bebés, los signos pueden ser más difíciles de reconocer y se presentan como irritabilidad, llanto persistente, rechazo a la alimentación o hinchazón de la fontanela, que es la parte blanda de la cabeza4. En casos graves de meningococo, la infección puede derivar en sepsis meningocócica, que se manifiesta con manchas violáceas en la piel (petequias) y un deterioro rápido del estado general1.

Los más chicos son el grupo más vulnerable. Los datos del Instituto Malbrán muestran que el serogrupo B sigue siendo predominante en menores de un año y alcanzó el 95% de los casos confirmados en 2024 en este grupo etario2. A esta realidad se suma el hecho de que los adolescentes, aunque muchas veces cursan la infección sin síntomas, son los principales portadores y transmisores del meningococo, lo que los convierte en una población clave para el control de la enfermedad3

La meningitis puede ser mortal y, aún superando la enfermedad, puede dejar secuelas permanentes, como sordera, dificultades en el aprendizaje, problemas de visión y coordinación, o incluso amputaciones1. Todas ellas tienen un impacto profundo en la calidad de vida de los pacientes y en sus familias, tanto en el aspecto social como en el económico.

Más allá de la gravedad, la enfermedad también plantea un desafío en términos de prevención. En Argentina, las coberturas de vacunación muestran niveles por debajo de lo recomendado. La dosis indicada a los 11 años frente al meningococo apenas alcanza una adherencia superior al 60%, y en menores de 1 año, la cobertura promedio no supera el 80%, muy lejos del 95% recomendado para garantizar una adecuada protección comunitaria5. “No se puede concebir que un niño muera de meningitis cuando existen vacunas para prevenirla. La vacunación temprana y el acceso a la inmunización en adolescentes son fundamentales para reducir la transmisión y salvar vidas”, afirma Burgos.

La OMS impulsó en 2020 la hoja de ruta “Derrotar la Meningitis para 2030”, que plantea tres objetivos centrales: eliminar las epidemias de meningitis bacteriana, reducir en un 50% los casos prevenibles por vacunación y disminuir en un 70% la mortalidad1. Alcanzar estas metas exige un trabajo conjunto de los sistemas de salud, los profesionales médicos y la comunidad, fortaleciendo tanto la concientización como el acceso equitativo a las vacunas.

Resulta clave consultar al médico y vacunar a los niños y adolescentes. Es la mejor forma de hacer frente a la meningitis, una enfermedad que deja consecuencias muy graves y que puede ser mortal si no se la trata a tiempo.

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