Del efectivo a la app: cómo los adolescentes dejaron atrás el dinero físico y redefinieron su relación con el dinero
Un informe reciente de la Universidad Torcuato Di Tella reveló una transformación profunda en los hábitos financieros de los adolescentes argentinos: el uso de billeteras digitales saltó del 51% en 2022 al 89% en 2024. Este fenómeno no solo refleja un cambio tecnológico, sino una revolución cultural que está redefiniendo para siempre cómo las nuevas generaciones interactúan con el dinero.

La adopción masiva de billeteras virtuales entre los jóvenes no es exclusiva de Argentina, aunque el país lidera esta tendencia en la región. En todo el mundo, los adolescentes están abandonando progresivamente el uso del efectivo en favor de aplicaciones financieras que permiten realizar pagos, transferencias y hasta manejar pequeños ahorros con solo unos toques en el teléfono.
Este cambio se debe a múltiples factores: accesibilidad, facilidad de uso, integración con redes sociales y una infraestructura de pago digital cada vez más extendida. Pero también responde a una realidad nueva: para muchos adolescentes, la billetera virtual es su primer contacto formal con el sistema financiero , mucho antes de abrir una cuenta bancaria tradicional.
Según los datos, solo el 17% de los jóvenes tiene una cuenta bancaria activa, mientras que casi nueve de cada diez ya opera regularmente con alguna aplicación de pago móvil.
Las billeteras digitales no solo han cambiado cómo pagan los adolescentes, sino cómo comparten gastos, cómo aprenden a administrar recursos y cómo empiezan a entender conceptos como el valor del dinero, el crédito o incluso el riesgo financiero.
“Dividir cuentas tras una salida grupal, recibir pagos por trabajos informales, ahorrar para un evento o un regalo… todo esto ahora se hace a través de apps”, explica María Fernanda López, economista especializada en inclusión financiera.
Además, la omnipresencia de códigos QR ha hecho que operar digitalmente sea tan natural como navegar por Instagram o enviar un mensaje de WhatsApp. Esta familiaridad con las herramientas digitales está marcando una ruptura generacional con respecto a sus padres, muchos de los cuales aún prefieren el efectivo como medio de pago seguro.
Pero esta comodidad también tiene sus costados oscuros. Precisamente porque el dinero deja de ser tangible, los expertos advierten sobre un posible aumento en el gasto impulsivo entre los adolescentes. “No hay una contabilización física del dinero, lo cual puede generar un desapego de su verdadero valor”, asegura Sebastián Gómez, consultor en fintech.
Otro punto crítico es la vulnerabilidad frente a fraudes tecnológicos . Los adolescentes suelen ser blanco fácil de estrategias como phishing o smishing, debido a su menor experiencia en la identificación de mensajes o correos fraudulentos.
Además, existe una importante brecha educativa: solo el 28% de los jóvenes posee conocimientos sólidos sobre deudas, intereses o productos financieros complejos. Esto plantea un escenario delicado donde el acceso a herramientas financieras supera ampliamente la capacidad real de usarlas con responsabilidad.
Y aunque parezca contradictorio, la dependencia exclusiva de dispositivos móviles también genera una nueva forma de exclusión. Sin conexión a internet o sin batería, los usuarios quedan temporalmente fuera del sistema. Por otro lado, cada transacción deja un registro digital permanente, lo que plantea dudas sobre privacidad y protección de datos personales.
Argentina no es el único país donde los adolescentes están adoptando rápidamente las billeteras digitales. En Brasil, México, Colombia y otros países latinoamericanos, el crecimiento ha sido sostenido. En Asia, especialmente en China e India, las generaciones más jóvenes llevan años operando mayormente en entornos cashless.
Sin embargo, el caso argentino destaca por la velocidad del cambio. Mientras en otras regiones el proceso fue más gradual, en Argentina la inflación, la inestabilidad monetaria y la necesidad de soluciones ágiles impulsaron una adopción temprana y masiva.
En este contexto, el rol de las instituciones educativas resulta clave. “No podemos dejar que los chicos aprendan sobre finanzas solo por prueba y error”, sostiene Ana Belén Torres, coordinadora de programas de educación financiera en América Latina. “Es momento de incorporar estas herramientas en los currículos escolares, no solo como objeto de estudio, sino como práctica responsable”.
Aunque el avance parece imparable, el futuro dependerá en gran parte de cómo respondan los sistemas educativos, los reguladores y las familias. “El dinero sigue existiendo, pero ya no se ve. Ahora vive dentro de una app. Y enseñar a usarlo bien es una tarea colectiva”, concluye López.
Mientras tanto, millones de adolescentes en todo el mundo continúan usando sus teléfonos como si fueran billeteras, tarjetas de débito y cuentas bancarias en uno solo. El dinero cambia de forma, pero también de significado. Y esta nueva generación, digital desde el principio, será quien defina qué significa tener control sobre él.