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Cómo es el nuevo disco de Spinetta

Una carpeta digital sin ninguna identificación resultó el hallazgo de un tesoro: grabadas entre 2008 y 2009, las siete canciones del disco componen un festín para el público del Flaco.

Todo comenzó con la palabra Folder. Luis Alberto Spinetta había partido hacía poco, y en un pendrive su hija Catarina se topó con una carpeta identificada con ese genérico nombre, que estaba lejos de indicar el tesoro que contenía. Es que lo que había adentro no eran apuntes ni demos, ni canciones a medio cocinar ni ideas o bosquejos sueltos: era un disco hecho y derecho, temas tocados, arreglados, cantados y terminados, listos para la mezcla final. “En una época en la que estaba sobrepasada de emociones por todo lo que había pasado, fue otra emoción enorme”, dice ahora Cata. “Ahora” es un término que engloba lo que sucede en un salón del barrio de Belgrano R, donde un grupo de periodistas, representantes de Sony Music, colaboradores y amigos de la familia Spinetta tratan de aquietar el pequeño vendaval que significó escuchar Ya no mires atrás. Un nuevo disco de Spinetta. Un hermoso nuevo disco de Spinetta.

Grabado en el estudio La Diosa Salvaje entre 2008 y 2009, poco después de la edición de Un mañana y antes del concierto de las Bandas Eternas, el segundo álbum póstumo de Spinetta aparecerá el jueves 23 de enero -en coincidencia con el 70° aniversario de su nacimiento-, en CD y plataformas digitales; el vinilo, con una “sorpresa” ideada por Alejandro Ros, se lanzará en febrero. Y presenta a la banda que acompañó al Flaco en su última etapa sobre el escenario: Juan Carlos “Mono” Fontana y Claudio Cardone en teclados, Sergio Verdinelli en batería y Nerina Nicotra en bajo. Por eso el sonido es tan reconocible y familiar. Por eso, en cuanto empieza a sonar “Veinte ciudades”, ligera y al grano, que arranca sin intro y directamente con la voz de Spinetta en una canción enérgica y sin retorcimientos, es el reencuentro con un viejo amigo. Una especie de Mondo di Cromo actualizado –quizá el oyente spinetteano tienda a recordar “Yo quiero ver un tren”, no por similitudes melódicas sino por el rotundo planteo instrumental-, el comienzo de un viaje que es puro disfrute.

Sin solos de guitarra ni extensos puentes instrumentales –salvo en cierto rescate del que ya se hablará-, con un aliado esencial como Mariano López en la consola, las siete canciones de Ya no mires atrás presentan diversas y conocidas facetas de Spinetta. Allí está “Agua de río”, otro de los momentos energéticos, con esos estribillos en los que Luis parece suspenderlo todo en el aire, cantando sobre “lo que no dice la palabra que te engañó”. O el midtempo de “Ya no mires atrás”, la canción de la cual se escuchó un fragmento en el documental BIOS de National Geographic, corazón del disco, donde la voz de Luis surge intacta y multiplica el efecto emotivo.

Es doblando el codo del disco donde aparecen algunos golpes de efecto que suben aún más el valor artístico de una obra ya de por sí valiosa. ¿Cuánto tiempo esperó el fan de Spinetta que apareciera un registro de estudio de “Luna nueva, mundo arjo”? ¿Cuántas veces regaló Luis Alberto en vivo esa gema de su repertorio, recordando y admitiendo que sí, que seguía sin grabarla, que quizá algún día? Finalmente, el rescate de este disco es también el descubrimiento de que en la primera década del siglo XXI, después de tantos años de gente, al fin el Flaco se decidió a registrarla. Y cuando suena esa voz repitiendo lo de “esta noche mi casa no está”, y la eterna pregunta de “¿por qué toda la poesía y toda la vida no se juntan?” hay que hacer un esfuerzo para no romperse todo.

Después de semejante hallazgo, aún hay más. La rítmica funk, entrecortada de “Merecer” delata la presencia de Dante y Valentino Spinetta en la coautoría; dada la sensible actualidad de algunas de las frases que el dúo tira en el rap que entregan promediando el tema, Cata se vio obligada a aclarar que todo lo que suena fue registrado en el momento, que no hubo ningún agregado posterior. En el final aparecen dos canciones que Luis regaló a su coach vocal Grace Cosceri, y que dejan otro matiz. Junto a Alejandro Franov en teclados, bajo sinte y sitar, entrega uno de los grandes momentos del disco, “Luces y sombras”, de esas canciones que Luis y solo Luis podría firmar, con uno de esos tempos indescifrables que sin embargo no impiden que la melodía fluya con tersura: un tema que, apenas termina, invita al replay. Y en el cierre, bajo el spinetteanísimo título de “Diadema”, otra perla para el largo collar del Flaco, una melodía nocturna que va quedando suspendida en el aire, que habla de la “diadema de amor total” mientras dibuja un mapa musical de extraordinaria belleza.

Falta apenas una semana para que, en una fecha muy cercana al corazón, estas canciones vayan al encuentro del público de Spinetta (para el disco que rescata un show de Invisible 1975 con excelente sonido, o los shows del Teatro Colón, habrá que tener más paciencia). La espera será recompensada con creces, agregando otro precioso eslabón a la cadena iniciada hace 50 años con el primer álbum de Almendra. De algún modo, la robótica figura de la tapa, realizada por Luis de modo digital, remite a aquel hombre de la sopapa en la cabeza. Será que, en el universo de ese artista único, que solo obedeció a su instinto creativo, el tiempo se vuelve aún más abstracto. Se puede no mirar atrás y a la vez descubrir perlas del pasado. Se puede escuchar la voz del Flaco y que todo sea puro presente. Se llama arte. Se puede llamar magia.

Fuente
Página 12
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