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Carta del hijo de una docente de escuela pública

Mi nombre es Esteban, tengo 27 años y soy hijo de madre docente, nieto de una docente y sobrino de un docente, orgulloso de formar parte de una familia que brindó y brinda a la comunidad educación durante muchos años en escuelas públicas.

Desde muy pequeño mi madre me enseñó a defender la educación pública, libre, laica y gratuita; y al calor de sus reclamos, de sus paros, de sus movilizaciones aprendí también a luchar. Hoy siento tristeza y bronca por la situación que sufre la educación pública, donde son cientos de miles los trabajadores docentes y auxiliares precarizados por el Estado en toda la provincia como el resto del país con salarios de miseria y que van a trabajar a escuelas que atraviesan enormes dificultades edilicias, donde se llueve en salones, donde se inundan las galerías, donde los comedores que albergan una enorme cantidad de niños, tienen que servirles el plato de comida con un presupuesto cada vez más chico que no alcanza.

Es aberrante que un Gobierno de millonarios que nunca pisaron una escuela pública y subsidian a instituciones educativas privadas sea quien decida sobre el futuro de la educación del pueblo pobre y sobre el bolsillo de miles de docentes que durante todo el año están al frente de las aulas para contener, formar y educar a niños y niñas de barrios populares que viven en las penurias, en asentamientos, sin cloacas, pasando frío en invierno y soportando altas temperaturas en verano; que en muchos casos asisten a las escuelas porque, sino, no almuerzan. Ya que en sus casas sus padres no tienen la posibilidad de brindarles un plato de comida, que son acechados por las Policías bravas para ser organizados en una red delictiva bajo amenaza, y que más de uno termina siendo víctima del gatillo fácil por negarse a robar como el recordado joven Luciano Arruga.

Es difícil ponerse en el lugar de un docente cuando vivís totalmente alejado de su realidad, con un salario tan alto como las ganancias mensuales de un empresario. Yo no conozco a ningún empleado del Estado que gane lo que cobra un diputado o senador, mucho menos la gobernadora Vidal; ni jubilados como mi abuela también docente que cobra una jubilación miserable.

Hoy la verdad es que las escuelas brindan cada vez menos cupos escolares para quienes buscan un lugar en un pupitre. Son miles los que se quedan afuera de las aulas cada vez que en marzo inicia un nuevo ciclo lectivo; ya que el bajo presupuesto destinado no solo a salarios sino a construcción, mantenimiento y restauración de edificios de escuelas y jardines no logra acercarse a las necesidades actuales para revertir el número de pibes y pibas marginados por la escuela pública que les cierra las puertas.

Es por eso que me causa vergüenza y asco ver a los propulsores de campañas que demonizan a los docentes que hacen paro acusando los de tomar de rehenes a los jóvenes que no pueden asistir a la clases, cuando son los mismos responsables de que cada año sea mayor el número de deserción escolar y menor el presupuesto destinado para la educación

Cada vez que veo a Vidal como he visto a funcionarios del Gobierno anterior preguntar si alguien “piensa en los chicos”, me pregunto cómo hijo de una docente ¿si Vidal piensa en los hijos de los docentes? Que son muchos los niños que, como yo, junto a mi hermano logramos pasar nuestra infancia gracias al trabajo de mi madre cuando mi padre estaba desempleado. Ella se pasaba como ahora trabajando doble turno y algunos años dando clases particulares los fines de semana para poder mantener a la familia. ¿Vidal pensará en esos niños y niñas que dependen del salario de un docente?

Evidentemente los únicos que piensan en ellos son las familias trabajadoras que acompañan hoy el reclamo docente, los que viven con las mismas condiciones materiales que un trabajador estatal y entiende que solo los docentes y las familias trabajadoras pueden hacerse cargo y sostener la educación pública, por la que no pelean los sindicatos que carnerean huelgas y se apuran para firmar y ponerle techo a las paritarias.

Hoy siento que tengo que salir a dar la pelea por mi madre, como por mi abuela, y como todas aquellas maestras y maestros que me educaron por haber asistido a una escuela pública que con grandes valores y con la tradición de lucha me enseñaron que nada nos regalan, que todo se conquista; que la educación publica es un derecho del pueblo trabajador y como tal hay que defenderla, aunque nos cueste la vida, como la defendió el querido compañero Carlos Fuentealba, por eso y por muchas razones más.

#YoApoyoALosMaestros

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