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Siete consejos para que la presión laboral no derive en estrés

Trabajar en condiciones adversas implica seguir siendo eficientes aún cuando no se cuenta con los recursos o el tiempo suficiente para lograrlo

Hoy en día, el mercado laboral es muy competitivo. Los cambios son cada vez más vertiginosos, hay que adaptarse rápidamente a nuevas formas de realizar las tareas, a nuevas tecnologías, a otras formas de comunicación, y a trabajar en equipo con gente del otro lado del mundo.
Algunas veces también sucede que las empresas no cuentan con los recursos humanos suficientes para realizar todo lo que piden a los empleados, o no tienen el equipamiento o material necesario para hacerlo en forma más eficiente.

Otras veces, las decisiones se toman a último momento y, si bien había una tarea perfectamente planificada, hay que salir a realizarla a los apurones, sin el tiempo que se había pensado tener.

Asimismo, ocurre que en algunas oportunidades los colaboradores tienen que tomar decisiones difíciles con poco tiempo de análisis y sin mucho descanso, por la carga de tareas.

Las condiciones adversas pueden ser muy variadas. Todo eso lleva a que la presión laboral se convierta en estrés.

Trabajar bajo presión implica seguir siendo eficientes aun cuando no se cuente con los recursos o el tiempo suficiente. Mantener el equilibrio en situaciones como ésta es una habilidad que puede desarrollarse.

Por eso, hay que tener en cuenta algunos tips para sobrellevar la presión y lograr un buen desempeño, inclusive en un escenario desfavorable:

  • Organizarse – Distinguir qué tareas son las más importantes y urgentes, y llevarlas a cabo por orden de prioridad. Mejor aún si se realizan en el momento del día en que uno es más productivo.
  • Mantener una actitud positiva – Es clave entender que el estrés depende en gran medida de cómo uno reacciona a las cosas que le pasan o a las circunstancias externas. Siempre se puede culpar al jefe, a la falta de recursos, al tráfico, al poco tiempo para entregar los proyectos. Pero hay que tener en cuenta que se puede aprovechar una situación adversa y hacer que la presión juegue a favor. En lugar de victimizarse y ver la dificultad como una amenaza, se puede entender que se trata de un desafío y una oportunidad de crecimiento, de poner en práctica los propios conocimientos y demostrar lo que uno vale.
  • Revisar las exigencias externas y las auto-exigencias – Ser objetivos frente a lo que realmente se necesita vs. lo que creemos deberíamos entregar. Analizar la magnitud real de la «amenaza» y adjudicarle el lugar que le corresponde. No hay que imponerse una presión desmedida. Hay que aprender a ser asertivos, a dar una opinión de manera adecuada y justificada, a decir que no, a delegar, a pedir ayuda.
  • Disciplina – Llegar más temprano a la oficina para evitar agregar el estrés de empezar el día corriendo. Tomar un desayuno nutritivo para tener más energía durante el día. Dormir por lo menos 7 horas.
  • Recordar los propios proyectos exitosos – Ya hemos pasado por alguna situación adversa, de estrés, y sabemos que pudimos cumplir con los deadlines impuestos. Se puede vencer la dificultad. Hay que visualizar el próximo éxito.
  • Aprender a manejar la frustración – Al no obtener los resultados esperados, hay dos alternativas: frustrarse o aceptarlo. La mejor opción es la segunda, pero sin ser conformistas. Disfrutemos de lo que sí hemos logrado y sigamos en la búsqueda de aquello que anhelamos. Hay que aprender la lección de aquellas experiencias que salieron como esperábamos.
  • Realizar ejercicios de relajación y actividad física – Éstos ayudarán a disminuir la sensación de ansiedad y a liberar el estrés acumulado durante el día.

 

El mundo actual nos exige ser expertos de la inmediatez y trabajar bajo presión. Sin embargo, este tipo de trabajo no necesariamente es negativo sino, por el contrario, puede ayudarnos a sacar provecho, a mantenernos enfocados, a demostrar nuestra creatividad y proactividad.

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