(Remar) El calvario de una mujer en Río Cuarto
Una joven pampeana de 22 años logró que sus padres la rescataran del Centro Cristiano de Rehabilitación de Marginados (Remar) en Río Cuarto que aloja a mujeres adictas que llegan con sus hijos desde distintos puntos del país.
«Ahora, de bien que está sentada, a mi hermana le agarra una crisis de llanto. Yo la entiendo porque tiene que lidiar con dos cosas: con su adicción a las drogas y con su preocupación por las otras chicas, las que quedaron allá«, dijo Daiana Robidu.
«Allá» es la zona de Palestro, de Río Cuarto, donde el Centro Cristiano de Rehabilitación de Marginados (Remar) tiene la quinta para alojar a mujeres adictas que llegan con sus hijos desde distintos puntos del país.
A su hermana la trajeron el 19 de agosto desde Santa Rosa, junto a su beba de un año y 4 meses. Integrantes de una familia que asiste regularmente a una iglesia cristiana, se toparon con los folletos que actuaron como anzuelo y se ilusionaron con el método Remar.
-Te hablaban de que hacían una buena rehabilitación, que no empastillaban a la gente, que tenían apoyo psicológico, y el hecho de que predicaran la palabra de Dios nos pareció bueno; en medio de la desesperación que estaba viviendo mi hermana pensamos que era el lugar justo, pero terminó siendo algo muy distinto.
La chica pampeana que acaba de desatar una nueva tormenta en torno a la cuestionada institución con origen en España tiene 22 años, se llama Nadia Ayelén y fue rescatada cuatro días después de ser internada, gracias a un episodio fortuito.
RELATO
Apenas llegaron a Río Cuarto, a los Robidu les aclararon que Remar maneja reglas estrictas: bajo ningún punto de vista los padres pueden conocer el lugar donde sus hijos están internados, no se les puede telefonear antes de que se cumplan 15 días de estadía, y la primera visita recién puede concretarse pasados los tres meses, en un lugar que fija Remar y que nunca es la quinta «porque si no el resto se pondría mal», fue el justificativo que les dieron. Pero los Robidu quebraron las reglas.
Fue una maestra la que le abrió los ojos a la madre de Nadia Ayelén. «Cuando fui a la escuela de la nena más grande de mi hija le dije que a la mamá la internamos y la maestra me dice ‘¿no la habrás internado en Remar de Río Cuarto?’ y al ver mi cara de sorpresa, me dice ‘¡Sacala, yo lo viví con un familiar, no sabés lo que es!'» contó aún angustiada Alicia Andrade.
Pedido de auxilio
Apenas llegó a su casa, la madre de Nadia Ayelén intentó llamarla desde La Pampa. «Me fui directo a llamar por teléfono. Estuvimos varias horas sin poder comunicarnos y, cuando nos atendía alguien, nos decían que ese no era el número, que el responsable no estaba, que llamara más tarde. Seguimos llamando hasta que me enojé y los amenacé con denunciarlos», confió la mujer a la publicación pampeana Plan B Noticias.
Así consiguió oír la voz de su hija y lo que escuchó la convenció de que debían salir en su rescate, sin demora:
-¡Mami, sacame de acá, nos estamos cagando de hambre con la beba, acá nos tratan a todas como a ratas!, fue el clamor del otro lado de la línea.
Además de Nadia, en la enigmática quinta de Las Higueras había otras 14 internas y seis niños de entre uno y diez años. El pedido de auxilio de Nadia encendió el reclamo del resto. Algunas, le garabatearon el nombre de sus familiares para que los ubicara por Facebook, otra escribió de apuro una carta pidiéndole que se contacte con sus padres para que la saquen del lugar.
Según contó la hermana de la chica rescatada, el trato que recibían y la alimentación eran inhumanos. «Cuando ella llegó el primer día a Remar no sabía qué cocinarse porque no había qué comer. Te dicen que vas a ir a vivir a una granja pero mi hermana vivió en una pocilga. La fachada que te muestran es la casa del supuesto pastor, Pedro Gómez, pero ella estaba atrás de la casa», contó Daiana Robidu.
«Cuando pedía de comer le decían: ‘para el hambre, pan duro… si hay’. Una de las comidas que le dieron a mi hermana fueron unos fideos blancos, con un hueso hervido y prácticamente pelado que estaba en mal estado. Ni siquiera tienen una heladera para conservar los pocos alimentos que había. Si los chicos querían comer pan blando, lo tenían que robar de los panes caseros que hacen para vender en la calle», agregó Robidu.
Aunque eso pasaba en la casita del fondo, el pastor llevaba otro pasar: «El señor comía pizzas y asados, se daba lujos mientras en el fondo viven en forma inhumana», se indignó la mujer.
El salvataje
La semana pasada, a las cuatro de la mañana del martes 24 de agosto, el padre y la hermana de Nadia Ayelén salieron desde General Pico. A las 8 estaban en Río Cuarto pero debieron bregar unas cuantas horas para conseguir que les entregaran a la chica y a la beba.
De poco sirvió que la madre de la joven le avisara del viaje al encargado de Remar en La Pampa, un hombre renuente que sólo se identificó como Roberto Remar.
En Río Cuarto nadie los esperaba y les daban evasivas. «A eso de las diez lo tuve que llamar a Roberto para decirle que mi esposo y mi hija llevaban dos horas allá esperando. Le dije que se las arreglara como pudiera, que le daba 15 minutos para que nos entregue a mi hija y mi nieta y si no lo hacía llamaría a la Policía, pero seguía sin decirme dónde las tenían», recordó Andrade.
Debieron esperar hasta las once de la mañana para el reencuentro y la vuelta a casa. La familia está decidida a que lo que vivieron las últimas horas les sirva de advertencia a otros. Ya empezaron a contactarse con medios de prensa de la provincia vecina, y la difusión pública del caso puso en alerta a los encargados de Remar en General Pico, que hoy tienen su sede herméticamente cerrada.
«Queremos que esto no pase desapercibido y, sobre todo, queremos que alguien haga algo por las mujeres que todavía siguen en Río Cuarto, tendría que haber una autoridad que controle lo que pasa ahí adentro», se preocupó Daiana Robinu.
De «Roberto Remar» volvieron a tener noticias por una comunicación telefónica, en horas de la noche. «Llamó enojado para decirme que me quede en el molde, que mi hermana está mintiendo igual que todas las chicas que están en el lugar. ‘No hay que darles bola, son adictas y quieren arruinar el plan de Dios’. Esas fueron sus palabras».