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Almendra y sus nueve canciones sagradas

El próximo viernes cumple medio siglo un álbum eterno del rock nacional.

Por Daniel Arias Fuenzalida – En la base del rock nacional argentino hay oscuros cimientos: historias de clandestinidad en el baño de La Perla de Once, por ejemplo. Orígenes difusos. Los mitos se acumulan, como el que sucedió el 22 de junio de 1969 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Ese día, Almendra estrenó en vivo “Muchacha ojos de papel”, y la juventud tomó esos versos para convertirlos en un símbolo erótico de una época cuya normalidad era el pudor y la represión. Un himno. Nuestro “Let it be”, les gusta comparar a algunos.

Todo eso se respiraba en aquel año: el aluvión hippie de Woodstock, la llegada del hombre a la luna, los efectos del Mayo Francés (un año antes) y el Cordobazo. Todo olía a ruptura y revolución. Y el 29 de noviembre de aquel 1969 (el viernes serán 50 años), Almendra lanzaba al mundo su primer disco homónimo.

Almendra eran Luis Alberto Spinetta (guitarra y primera voz), Edelmiro Molinari (primera guitarra), Emilio del Guercio (bajo y coros) y Rodolfo García (batería).

1. “Muchacha (ojos de papel)”

El gran clásico de Spinetta. La canción arquetípica de su estilo: una guitarra desenchufada arriesgando armonías doradas, mientras una voz cristalina desliza toneladas de poesía. Mucho se ha dicho, y mucho se sabe ya, de esta canción, inspirada en Cristina Bustamante, primer amor del Flaco. Según el ránking de la revista Rolling Stone Argentina, es la segunda mejor canción del rock nacional.

2. “Color humano”

La segunda canción es pesada y existencialista. Y además, extra larga. Unos nueve minutos que, quizás mejor que cualquiera de las canciones de este disco, propone un viaje cercano a la psicodelia, con ostinatos persistentes y distorsiones que también quieren torcer la percepción. La secuencia central es el clímax: un solo con la excelsa guitarra eléctrica de Edelmiro Molinari, una de las mejores del país y además autor del tema. “Somos seres humanos / sin saber lo que es hoy / un ser humano”, se escucha. ¿Podríamos encontrar líneas existencialistas más claras y concisas?


3. “Figuración”

El tono existencial continúa en el tercer track, con esta canción descarnada. Spinetta le habla directamente al oyente, proponiéndole una especie de paradoja: dejar de ser un ser humano que piensa (“figúrate que pierdes la cabeza”) para ser enteramente un ser humano emocional, que puede sufrir por perder un amor y que puede llorar por ello. En ese cruce imposible está esta canción. Cuando en 1970 la revista Alquitrán le pidió a Spinetta que dibujara las canciones del disco, eligió para “Figuración” una forma humanoide extrañamente desfigurada, pero claramente llorosa. La canción, con esas voces recitantes y automáticas (la de Pappo es la más grave), parece estar dedicada a una sociedad de seres humanos alienados.

4. “Ana no duerme”

Es la más rockera del disco. Puro sonido beat, rápido, insistente. Mucho se habló de que esa Ana era inspirada en la hermana (homónima) del Flaco, aunque para él la canción era también una especie de defensa feminista. Hoy podemos entenderlo: esa Ana es todas las Anas que esperan salir de su cuarto (la referencia a Virginia Woolf es inevitable) para conocer otros soles, otras grandes ciudades y total autonomía. De todas maneras, era la canción del disco que al Flaco menos le gustaba. Y así, con energía desbordante, terminaba el Lado A del LP.

5. “Fermín”

Solitaria y triste. La canción describe cabalmente a su protagonista: un hombre con algún tipo de discapacidad mental al que llevan a un hospicio. Él es personificado a través de acordes áuricos y dolientes; el hospicio, que es la muerte (como la guerra), se sugiere a través de la melodía infantil de Mambrú. Si existe desesperanza en este disco, se plasma en esta canción, y esta preocupación por darle voz a personajes marginados prefigura la obra futura de Spinetta.

6. “Plegaria para un niño dormido”

Se trata de una de sus canciones más antiguas, compuesta en 1965 con apenas quince años, para un niño que duerme, quizás en la calle, porque es lustrabotas. Esta canción es también una síntesis perfecta de ese Spinetta del imaginario popular, capaz de alcanzar momentos de incomensurable dulzura y melancolía al mismo tiempo. Pero detrás de esa alfombra de delicadeza, se esconde una crítica social feroz. Es un verdadero manifiesto para cambiar el mundo, pero escondido en una inofensiva canción de cuna.

7. “A estos hombres tristes”

Es la segunda canción más larga del disco y muestra un nuevo tipo de canción urbana, que puede absorber partículas del rock y hasta del tango. Reincide la melancolía y la soledad, inspirada según el Flaco por las mañanas de los domingos. “¡Cuánta ciudad, / cuánta sed / y tú un hombre solo!”, cantan la voz reiteradas veces, arropadas en sucesivos juegos melódicos, acordes a contratiempo, aires jazzeros. Así aullaría un hombre triste, recorriendo el paisaje de una ciudad desolada.

8. “Que el viento borró tus manos”

Definida como un “engarce de jazz, tango y pop”, esta canción pertenece a Emilio del Guercio. La imagen de una mujer llevada por el viento, cuyos últimos rastros terminan de desvanecerse, refuerza el tono surreal de otras canciones del disco.

9. “Laura va”

La primera etapa de Spinetta estuvo influida por Los Beatles, especialmente “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. Esta canción tiene mucho de “She’s Leaving Home”. Una influencia confesa: “Después de escuchar esa canción, no quise privarme de componer algo que se pudiera orquestar de esa forma”, dijo. Para eso convocó a Rodolfo Alchourron, quien aportó el ropaje, y a la fibra tanguera del bandoneón de Rodolfo Mederos, revelación del género. Esta canción termina de plasmar una aventura musical llena de heterogeneidad, riesgo y perspectiva futura.

 

Fuente
Los Andes
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