A 30 años de los discos mas memorables del Rock argentino
En 1986, se lanzaban Oktubre,de los Redondos; Llegando los monos, de Sumo; Signos, de Soda Stéreo y La La La, de Luis Alberto Spinetta y Fito Páez.
1986 se considera una fecha clave en el rock argentino, un cambio de escala en el gusto popular y una influencia musical definitiva para todo lo que vino después. Fue un año de producciones emblemáticas, de las que se cumplen tres décadas de su edición: Oktubre de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; Llegando los monos, de Sumo; Signos, de Soda Stéreo y La La La, de Spinetta-Páez. Ese mismo año aparecieron además otros álbumes significativos, como el proyecto Tango de Charly García y Pedro Aznar; Consumación o consumo de Fricción; Fuera de sektor de Los Violadores, Sentidos congelados de La Sobrecarga, Silencio de Los Encargados y Privé del propio Spinetta. Sin embargo, fueron los discos de Los Redondos, Sumo, Soda Stéreo y la dupla que encarnaron Spinetta-Páez los que marcarían las décadas siguientes.
Oktubre. Es un disco clave en la discografía ricotera. Marca un antes y después de la banda, tras el auspicioso debut dos años antes con Gulp!. A partir del fenómeno que despierta el disco, gracias a himnos como «Ji ji ji» (banda de sonido del pogo más grande del mundo), «Motorpsico» o «Preso en mi ciudad», pasarán de ser un grupo de culto del under de los 70 y 80 a transformarse en el rock del país para grandes estadios. La sonoridad opresiva del disco posdictadura está presente en el clima sonoro y frío del efecto de las guitarras, entre el postpunk y el new wave; y las frases filosas de las letras del Indio Solari (con eslóganes que abarcan desde la clase media a los pibes del barrio). El arte de tapa de Rocambole, que evocaba los signos de la Revolución Rusa y los cruzaba con las masas peronistas de las pinturas de Antonio Berni, también se transformaron en otro ícono cultural de la imaginería rockera.
Llegando los monos. El segundo disco de Sumo fue editado el 22 de mayo de 1986 por Sony Music y se transformó casi instantáneamente en el «Album blanco» del grupo, no sólo por el estadio de gracia creativa que alcanzaron Luca Prodán, Ricardo Mollo, Germán Daffunchio, Diego Arnedo y Roberto Pettinato con ese cruce entre el reggae, el punk, la new wave, el funk y el rock, con canciones como «Estallando desde el océano», «El ojo blindado» y «Heroin» (que ya había sido grabado en Corpiños en la madrugada), «Que me pisen» y hasta el hit radiable de «Los viejos vinagres», que los saca del nicho del rock de culto para entrar en todos los hogares. El crecimiento del grupo, a pesar de la anarquía y el caos creativo que el propio Luca alimentaba desde su impostura rockera y su vida nómade, los lleva a un pico de popularidad que confluye en su mítico concierto en Obras de ese año.
Signos. El tercer álbum de Soda Stereo podría haber terminado en fracaso, pero fue todo lo contrario. Cuando entró a los estudios, Gustavo Cerati tenía apenas dos canciones compuestas. «Escribí todas las letras de un tirón. Vivíamos al palo, parecía que estábamos lejos del arte y sin embargo fue uno de nuestros discos más profundos, quizás porque no la estábamos pasando bien». La impresión sónica que habían dejado en el grupo bandas como The Cure y Joy Division y la conexión emocional que Cerati alcanza en sus letras calaron fuerte en toda una generación a lo largo y ancho de América Latina. El hit «Persiana americana» se transforma en el símbolo del disco, junto a canciones como «Prófugos» o «Signos», que sería considerado de inmediato como el primer gran álbum del rock latino, con impacto en países como México, Chile, Colombia o Venezuela, fanatismo que permitiría a Soda Stereo ser la primera banda sudamericana capaz de traspasar realmente las fronteras de su país.
La la la. Tras un proyecto truncado con Charly García y después de lanzar su disco solista Privé, Luis Alberto Spinetta decidió entrar a los estudios Ion en agosto de 1986 para entablar una sociedad artística memorable con Fito Páez, una quedaría inmortalizada en este álbum doble. Era el encuentro de dos mentes brillantes del rock que pasaban por un momento creativo luminoso, que decantó en ese manifiesto cultural de veinte canciones. Entre ellas aparecen perlas musicales como la relectura deforme y fantasmal del tango «Gricel» (Mariano Mores-Contursi); la bellísima canción del Flaco Spinetta «Todos estos años de gente», y el clásico «Instant-táneas», de Páez. La única colaboración autoral del disco fue «Hay otra canción», aunque la fuerza creativa de esas dos personalidades transformó el proyecto en un encuentro cumbre del rock de los ochenta.